Miguel Hernández Gilabert nació en Orihuela el 30 de octubre de 1910. La familia de Miguel estaba compuesta por el matrimonio, un hijo, Vicente, y una hija, Elvira. El padre, Miguel Hernández Sánchez, trabajaba en la crianza y pastoreo de ganado. Su madre, Concepción Gilabert Giner, era ama de casa. El matrimonio tuvo un total de siete hijos, de los que sólo sobrevivieron cuatro: Vicente, Elvira, Miguel y Encarnación. Cuando Miguel tenía cuatro años su padre traslada la residencia familiar a una casa situada en la calle Arriba (actualmente Casa Museo). La niñez del poeta transcurre entre los juegos y el trabajo. Desde que Miguel tiene siete años ayuda a su hermano Vicente en las tareas del pastoreo, aprendiendo este oficio. Su padre consigue, tras mucho esfuerzo que admitan a Miguel en las Escuelas del Ave María, anexas al Colegio Santo Domingo. A la edad de nueve años Miguel empieza a asistir al colegio. En el curso de 1924 Miguel asiste por primera vez a las clases, donde también estudiaba Ramón Sijé, el que más tarde sería su gran amigo del alma. Desde el principio destaca el interés de Miguel por la lectura y el estudio, obteniendo excelentes calificaciones. En marzo de 1925, causado por la crisis económica que sufre su familia, tiene que abandonar sus estudios. Su padre le pone a trabajar con el ganado pero, pese a ello, aprovechará el tiempo que le deja el pastoreo en la sierra para seguir estudiando y leyendo. Miguel se convierte en el más asiduo visitante de la biblioteca de Luis Almarcha, sacerdote y canónigo de la catedral oriolana. Allí descubre a través de la lectura a los principales escritores clásicos de lengua española, así como traducciones de escritores clásicos griegos y latinos. En esta etapa también se sentirá atraído por el teatro. Lee asiduamente la colección teatral "La Farsa" y junto con algunos amigos forman un grupo teatral. Miguel hace sus primeros guiños como actor con diversos papeles en actuaciones realizadas en la Casa del Pueblo y en el Círculo Católico. Miguel Hernández, hombre y poeta Pocos hombres se han dedicado tan intensa y apasionadamente a su creación literaria y lírica como Miguel Hernández. Su verbo templado y entero va lacrado con la firma imborrable de la sinceridad. Tal será su dogma como hombre y poeta. Su forma de actuar en el día a día, comprometiéndose social o políticamente, la llevaba a cabo con una sincera entereza y sin reservas, como su quehacer artístico. Es la actitud fundamental de quien escribió en endecasílabos genialmente contrastados: "porque yo empuño el alma cuando canto" y "la lengua en corazón tengo bañada". El hombre honesto, íntegro e inocente, apasionado y ardoroso, recóndito e intenso, que fue y ha sido Miguel Hernández, nos ha grabado el misterio de sus versos fornidos y sangrantes de su alma poética en el tañer diario de los amantes de la poesía de lo humano. Dejando atrás la aleccionada paradoja descrita por Ortega y Gasset cuando nos dice que: "Vida es una cosa, poesía es otra... no las mezclemos", la creación lírica y la poesía es para Miguel Hernández la influencia artística de las más profundas ansiedades humanas. Es lo subjetivo, "lo más caritativo de lo humano", el fin de su más apasionante poesía. Su biografía, sacudida trágicamente por el sino de su familia y su desconcierto personal, queda labrada en poemas portentosos y llenos de candor. El amor, la procreación y maternidad, la esposa, son los más sobresalientes temas de su lírica. La guerra, sus heridos, la sangre, la muerte, la soledad, el hambre… también le inspira poemas extraordinarios. Por otro lado, la áspera figura maternal cargada de mortecinas figuras, dolor y ansiedad, empañan su verso, muy alejado de todos las decoros artificiales de su generación, pero en el que translucen aires claros de legitimidad y agitación social, firme y sin artificios. Por todo esto, Miguel Hernández nos comunica un maravilloso mensaje poético y humano. Es capaz con sus versos de levantar enjambres de entusiasmo, sintiéndolos muy cerca de nosotros. Frente a la distancia de algunas décadas anteriores, su ternura artística sigue siendo la nuestra, y su inspiración respira de esa dignidad y franqueza que impregna toda su creación, embelesando a todo ser humano de espíritu joven, límpido e impresionable. " Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz! " Miguel Hernández, visto por Pablo Neruda La obra de Miguel Hernández Poesía Perito en lunas, Murcia, La Verdad, 1933 (Prólogo de Ramón Sijé). El rayo que no cesa, Madrid, Héroe, 1936. Viento del pueblo. Poesía en la guerra, Valencia, Socorro Rojo Internacional, 1937 (Prólogo de Tomás Navarro Tomás). El rayo que no cesa, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1949 (Prólogo de José María Cossío. Incluye poemas inéditos). Seis poemas inéditos y nueve más, Alicante, Col. Ifach, 1951. Obra escogida, Madrid, Aguilar, 1952 (Incluye poemas inéditos). Cancionero y romancero de ausencias (1938–1941), Buenos Aires, Lautaro, 1958 (Prólogo de Elvio Romero). Antología, Buenos Aires, Losada, 1960 (Selec. y Prólogo de Mª de Gracia Ifach. Incluye poemas inéditos). Obras completas, Buenos Aires, Losada, 1960 (Ordenada por E. Romero. Prólogo de Mª de Gracia Ifach). El hombre acecha, Santander, Diputación, 1961 (Facsímile de la primera edición de 1939 perdida en imprenta). Obra poética completa, Madrid, Zero, 1979 (Introducción, estudio y notas de Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia). Veinticuatro sonetos inéditos, Alicante, Instituto de estudios Juan Gil-Albert, 1986 (Edición de José Carlos Rovira). Teatro Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras, Madrid, 1929. El labrador de más aire, Valencia, Nuestro Pueblo, 1937. Teatro en la guerra, Alicante, Socorro Rojo Internacional, 1938. 2 ¿No cesará este rayo que me habita el corazón de exasperadas fieras y de fraguas coléricas y herreras donde el metal más fresco se marchita? ¿No cesará esta terca estalactita de cultivar sus duras cabelleras como espadas y rígidas hogueras hacia mi corazón que muge y grita? Este rayo ni cesa ni se agota: de mí mismo tomó su procedencia y ejercita en mí mismo sus furores. Esta obstinada piedra de mí brota y sobre mí dirige la insistencia de sus lluviosos rayos destructores. EL RAYO QUE NO CESA (1934-1935) |
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